«La estafa más grande del mundo de los videojuegos»

En un carrito de mercado, yacía un objeto ajeno al establecimiento, mi propio sentido de seguridad (proporcionado por robos y el hecho de vivir en la ciudad más peligrosa del mundo) hacía que todos se alejaran después de una cuantas miradas amenazantes.

El objeto en cuestión era un Xbox 360, rodeado por un amplio círculo de protección maternal a la consola que al fin nos sacaría de años de rezos y rituales dedicados al funcionamiento del Ps1 (consola antiguamente pirateada y cuyos juegos baratos eran imposibles de jugar).

Las esperanzas eran tan grandes que la recién adquirida consola prometía solo por sus colores verdes y blancos. Su adquisición refleja esa época de revistas de videojuegos y publicidad impresa, la ingenuidad era muy grande en mi hermano y yo.

Llegamos en los lejanos 2007 a una tienda en Orlando, como proxenetas tiramos la billetera de mi padre sobre la mesa y le mostramos una tarjeta de crédito a la cajera. Detrás del pedazo de plástico, estaban todos mis ahorros y el capital obtenido en la primera comunión de mi hermano.

Debería existir teoría económica sobre el dinero que te regalan en este día…

Cargando la caja gigantesca, solo pudimos contemplar juegos baratos y adquirir accesorios que en pocos meses no serían nada más que recuerdos de la octava maravilla del mundo, empolvada e hibernando por los próximos años.

Al llegar a Caracas una investigación privada reveló la oculta verdad que todos sabían menos dos pequeños ignorantes y sus inversores (padres). Una vida corta de tres horas era todo lo que daba el costoso aparato, y un poco más de eso podría contraerle la mortífera enfermedad rojiza muy famosa en occidente.

Pensando que era una medida para controlar nuestro juego, fue tomada con calma, mientras se usaba el famoso Xbox para oír música, ver videos pre-cargados en la consola (no poseía conexión a Internet) y jugar la copia de Crash Bandicoot y Shrek Tercero que se encontraban en el cajón de los diez dólares.

El peor juego de la historia…

Después de obtener el odioso Fifa 08 y el Halo: Combat Evolved, la cosa se puso seria, haciendo marcar en grande el bendito limite de tiempo. La sucesora del antiguo Ps1 al fin se había postrado en el trono, y nuestros gritos de emoción le habían dado demasiada confianza.

Todo aconteció en una típica fiesta familiar, mis primos no paraban de hacer dribles con el desactualizado equipo del Fifa y mi hermano jugaba partida tras partida, ignorando la cola de pre-pubertos que disfrutaban una muerte más que un gol.

Ya a altas horas de la noche, la consola descansaba después de sus sesiones discontinuas de 2 horas y 59 minutos. Un primo dispuesto al peligro y yo, colocamos el Halo y jugamos 20 minutos de gloria criminal. Satisfaciendo nuestras ansías de matar aliens de sangre verde y azul.

El éxtasis era incomparable…

Todo pasó como si nada y la mañana siguiente los primos restantes se apresuraron a prender la dichosa máquina, encontrándose con el mortal anillo rojo de la muerte. Algunas lágrimas de mi hermano apuntaron hacia mí como autor intelectual del crimen, mientras mi cara delataba todo solo podía esperar a que Microsoft enviara una consola nueva.

Como era de esperar, ese sistema de disculpa en el que te mandaban la respuesta a la garantía solo era funcional en los grandes Estados Unidos, dejándonos con horas desperdiciadas frente a la línea de espera y falsas ilusiones frente a un video que describía nuestra situación.

Después de costosas reparaciones el sistema nunca funcionó, y fue dejada en el olvido y limbo, o como yo lo llamo, el rincón oscuro de mi cuarto. Llenándose de polvo solo me acerqué a él una vez más, con un rosario en mano hice todo lo posible para que funcionara pero las fuerzas rojas de Satanas no pensaban en volver al infierno empresarial de donde salieron.

Ya a casi diez años del suceso, me siento a reflexionar algunas noches en silencio y la melancolía me toma por sorpresa. Fue una buena decisión cambiar al Ps3, pero nunca está de más preguntar, ¿qué hubiera pasado si?

Probablemente esto…

Aunque años más tarde logré salvarlo de la perdición mediante un ritual pagano que involucraba tres toallas, o en mi caso una sábana, las réplicas del horrible suceso siguen surgiendo. Como en el momento en que la compañía del diablo anunció el Xbox One y nos hizo pensar que entrábamos a un apocalipsis gamer.

Puede que los videojuegos sean una industria oscura llena de millones de estafas gigantescas, que de verdad involucren perdidas de trabajo o consecuencias horribles, pero ¿acaso las esperanzas de dos niños (y sus amigos interesados) no importan? Si ha de ser así, entonces me niego a vivir en un mundo tan siniestro, prefiero quedarme con la versión de «la estafa más grande del mundo de los videojuegos».

¿Y a ti? ¿Los videojuegos te han estafado?

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